¿QUIÉN ES EUGENIO SIRAGUSA?


Biografía Eugenio Siragusa 1919-2006


Nacido en Catania el 25 de marzo de 1919, apenas casado vivió en Via Concezione Nº 7, Calle Concepción Nº 7, al lado de la Piazza dei Martiri, Plaza de los Mártires, en dondeEugenio tuvo la compenetración. Completó su primer despertar y dio el impulso de la obra en S. Maria La Stella (Sta. María La Estrella), detrás del altarcito de Via S. Giovanni (Calle San Juan), en donde se encuentra la estatua de la Madonna della Stella, hasta 1970.

La mayor parte de la obra divulgativa con encuentros, correspondencia y viajes, fue desde su vivienda de Valverde, en Via S. Giovanni XXIII, Nº 3, Calle San Juan XXIII Nº 3, hasta 1976. El desarrollo de la obra abarcaba todo el Planeta y diversos colaboradores lo ampliaron con conferencias, opúsculos, transmisiones televisivas. Desde que vive en Nicolosi dejó, cada vez más, su laboriosidad en manos de sucesivos colaboradores para dedicarse a la obra sobre planos astrales.

Iniciaba la segunda mitad del siglo XX cuando tuvo lugar, el 25/3/52, en el espíritu de Eugenio el cambio de la personalidad. Un relámpago, con cielo sereno, como el deslumbrante rayo que impactó sobre Pablo de Tarso. Pero Eugenio con frecuencia contaba, en confidencias íntimas, haber sido seguido, desde niño, por peculiares ayudas invisibles. Y luego en aquellos dos últimos años, antes de sus 33, ya se agitaban en su espíritu una serie de preguntas y de búsquedas interiores.

Solía explicar que en él, la personalidad X había muerto y había sido sustituida por la personalidad Y, por medio del rayo de luz controlado.

Si bien la compenetración de Y iniciaba repentinamente, la propia realización, el instrumento, es decir, la componente física y mental, tuvo la necesidad de 11 años de preparación. De cualquier modo, desde los primeros instantes la Consciencia Nueva se liberó, cada vez más, en la dimensión de la memoria universal bajo la directiva del Espíritu Consolador, revelando los más altos secretos de la Consciencia Cósmica con escritos y dibujos, convirtiéndolo en el nuevo personaje, que obró como Anunciador.

El 25 de marzo es, para los cristianos, el día de la Anunciación y también es el segundo nombre de Eugenio: Nuncio.

Viajó continuamente en astral, estando en El Dorado, sobre el Sol Manifestado Crístico y sobre el Sol Secreto, en donde reside el Padre Poimandres, concediéndonos una levísima parte de Conocimiento que narro, un poco, entre las páginas de este libro.

Páginas que son como una fábula, en donde es inestimable el valor de la vida. Parece un sueño en donde el amor fraterno, hacia toda partícula de lo creado, no tiene límites ni condiciones. Para quien no acepta entrar en el castillo encantado de la propia esencia inmortal, es mejor que quede despreocupado.

Pero para aquel que tiene el coraje de amar al prójimo así como el Maestro Jesús nos ha amado y tener el valor de conocerse a sí mismo, es bueno que dé a Dios lo que es de Dios

Contacto y compenetración en Sicilia

Salvando la diferencia horaria, el día 25 de marzo a las seis de la madrugada se producía un acontecimiento paralelo que expresaba un punto fundamental del Programa y elegía a uno de sus protagonistas fundamentales: Eugenio Siragusa.
Eugenio Siragusa era un hombre fuerte, de tez morena y cabello negro peinado hacia atrás. Al despertarse a las cinco de la madrugada para acudir al trabajo pensó:

Me gustaría no tener que ir al trabajo hoy, y quedarme en casa con mi mujer y mis hijos celebrando en paz mi 33 aniversario. No todos los días se cumplen 33 años.”

Se levantó del lecho, se fue al baño, se echó unas manotadas de agua en la cara para despertarse, se pasó el peine y salió a la calle para tomar el autobús.

Había niebla cerrada. Se levantó las solapas de la chaqueta, puso bajo el brazo su cartera de mano y enfiló hacia la plaza de los Mártires. Las calles estaban desiertas y solamente se cruzó con otros cataneses que tenían que hacer su camino hacia el trabajo para llegar a las ocho.

Eugenio Siragusa, sin darse cuenta, iba pasando revista a su vida. Evaluaba sus logros como empleado de Arbitrios y no se sentía ni satisfecho ni defraudado; más bien aburrido, como quien ya se sabe de memoria una lección que tendrá que seguir repitiendo.

A lo largo del paseo marítimo Eugenio recibió el olor a sal, el murmullo de las gaviotas ya despiertas, el ruido de los barcos varados en el muelle, las olas. Amanecía lentamente sobre un fondo gris. Había llegado a la parada del autobús que le llevaría a su oficina habitual de arbitrios en la isla. Se cobijó en el alero y esperó.

La calle estaba absolutamente solitaria. No se veía gente, ni movimiento. Era como si un pasillo invisible hubiera dividido la zona del mar y la de la ciudad y él estuviese anclado en medio de ambas, aislado, fuera del tiempo.

De pronto sintió un zumbido agudo en los oídos. Instintivamente levantó la vista para situarlo. De improviso, procedente del mar, trayendo la dirección de la luz del amanecer, divisó un disco que se acercaba hacia él, velocísimo, de un color blanco mercurio. A medida que el objeto luminoso se acercaba, su brillo y su luz se hacían más intensos.

El cuerpo físico de Eugenio Siragusa se quedó como hipnotizado, paralizado, mirando sin parpadear en dirección al objeto, cada vez más próximo. A medida que se aproximaba distinguió en el interior de la esfera luminosa una especie de objeto sólido, semejante en su forma a un trompo o un sombrero de sacerdote. De repente se detuvo en el espacio y quedó colgado, inmutable, sobre la vertical del propio Eugenio Siragusa, parado en medio del paseo marítimo, mirando al cielo. Se le había caído la cartera al suelo y miraba hacia arriba en estado de trance. A pesar de que en su interior se encontrase aterrorizado, era incapaz de moverse; sus pies, sus brazos estaban como petrificados. Súbitamente, del objeto, salió una especie de rayo, que tenía la forma de un clavo invertido. La cabeza del clavo fue dirigida hacia él. Sintió que una especie de electricidad penetraba todo su ser. En el acto le invadió una beatitud que nunca había sentido. Su miedo desapareció. Notó que sus músculos físicos se relajaban y que se establecía entre el objeto y su mente una comunicación beatífica, sin ningún contenido concreto, sin que mediase palabra.

Luego el rayo luminoso se hizo más sutil y al cabo de un tiempo fue reabsorbido totalmente por el objeto. El globo luminoso entonces se agrandó, varió de coloración y el señor Siragusa dejó de ver la masa sólida del centro. En décimas de segundo la esfera luminosa desapareció sobre su cabeza y pudo distinguir, apenas, un puntito de luz en el espacio.

Había amanecido. La luz solar se tamizaba a través de la niebla y dejaba ver los edificios próximos. Eugenio Siragusa volvió en sí. Miró a su alrededor. Al fondo de la calle apareció el autobús.

Se agachó para recoger su cartera. El autobús paró, abrió sus puertas y siguió de largo. Eugenio Siragusa dio unos pasos, como borracho, tambaleándose. Sintió unas profundas náuseas en la base del estómago. Miró en derredor suyo. No reconocía su ciudad, la calle, los barcos. Ante sus ojos variaba la geografía de los edificios como si fuesen deformados por una cámara de ojo de pez... Todo le parecía extraño, arcaico, sucio, ajeno a él.

Aquella mañana, Eugenio Siragusa no fue al trabajo. Regresó a casa caminando y se acostó. Su mujer, Sarina, se alarmó, le hizo preguntas, pero Eugenio Siragusa permaneció sumido en un mutismo total, con la mirada en el vacío.

Continuaron sus náuseas por un tiempo. Y mientras intentaba situar en su cerebro lo que le acababa de suceder, sintió una voz que le hablaba interiormente. Nunca antes había sentido nada parecido, así que pensó: me estoy volviendo loco... Se pasó la mano por la frente repetidamente. No quiso comer nada en todo el día.

Durante la noche entró en un sueño profundo y regular.

Su mujer le observaba atónita, sin saber qué hacer, cómo comportarse. La mente de Eugenio Siragusa fue teletransportada a los archivos akáshicos y comenzó a ver, en un estado semiconsciente, imágenes de otros tiempos, de otra tierra, de otra generación.

                                      * * *

El primer encuentro sobre el monte Sona
30 de abril 1962 de Eugenio Siragusa  
«Una tarde del mes de abril 1.962, sentí, en un momento determinado, la necesidad de acercarme al Etna. Subí en mi coche y me puse en marcha. Tenía la clara sensación de que el auto, más que por mí, estuviese guiado por una fuerza superior. Subí y alcancé elMonte Manfré, de 1.400 metros de altura. Estacioné el coche al borde de la carretera y subí a pie por un sendero que conducía a la cima de un cráter apagado. Estaba casi en la mitad de la escarpada subida, cuando vi resaltar contra la negrura de la colina el perfil de dos figuras, cuyo plateado casco centelleaba bajo los rayos de la luna llena. Eran altos, de aspecto atlético, con largos cabellos que le caían sobre las espaldas y con extraños brazaletes, brillantes como el oro en las muñecas y en los tobillos, con un cinturón fosforescente en la cintura y extrañas placas en el pecho. Al verlos, la sangre se me heló en las venas y me sentí inundado por el sudor. Once años hacía que anhelaba este momento de una forma apasionante, pero lo aislado del lugar, el silencio reinante, la oscuridad de la noche, lo improviso del encuentro, eran elementos que, ciertamente, no contribuyeron a darme valor y calma. Pero esta situación duró muy poco tiempo. Uno de los dos personajes dirigió hacia mí un rayo de luz, proyectado con un artilugio que sostenía en su mano y de improviso, todo mi ser fue recorrido par un extraño escalofrío que me hizo sentir lleno de una calma y serenidad indescriptibles: el corazón, que hacía un momento parecía querer explotar en el pecho, había vuelto a latir regularmente.
Miré a los dos a la cara: iluminados par la luna, entreví unas líneas muy dulces y una mirada austera y bondadosa al mismo tiempo. Y he aquí que uno de los dos me dirigió la palabra en perfecto italiano: "La paz sea contigo, hijo. Te hemos esperado. Graba en tu mente todo lo que te digamos". Y me dictaron un  Mensaje que había de mandar a los Jefes de Estado y a los responsables de la Tierra».

Mensaje al los potentados de la Tierra
Sabios, Gobernantes!
A nuestro pesar, debemos, una vez más, y necesariamente, advertiros que, en el caso de que continuéis llevando a cabo los locos designios que os habéis fijado sobre experimentos nucleares, nada se podrá hacer para evitar que vuestro mundo sufra un rudo golpe de naturaleza desastrosa y mortal. Si queréis que vuestro planeta no se vea inmerso nuevamente en el baño de dolor de un tiempo remoto, debéis, del modo más eficaz y decisivo desmontar para siempre vuestros injustificables locos y mortales experimentos nucleares. Si nosotros nos hemos propuesto vigilar vuestro destino, es porque hemos alimentado y alimentamos aún una gran confianza en vuestro porvenir. Haciendo y obrando tal como procedéis, causáis graves impedimentos a nuestras positivas intenciones. Estad seguros de que, si encontráis la fuerza y el valor para construir una sólida unión entre todos los pueblos de la tierra y destruís completamente todas las armas destructoras que aún hoy, y más que nunca, os hacen orgullosamente malos y morbosamente agresivos, nosostros estaremos autorizados, por el amor que nos une a vosotros desde los orígenes del sistema solar, a acercarnos sin ninguna reserva, para proporcionaros los conocimientos y una mejor ciencia que propiciará a toda la humanidad de vuestra tierra una vida serena, rica en felicidad, en verdadera libertad y en infinita prosperidad. 
Obrando como lo hacéis, provocáis en nosotros, además de dificultades, una gran desilusión y amargura. Podríais ser verdaderamente libres y, como nosotros, dueños del universo y de su eterna belleza, podríais ser libres de alegraros amando sin sufrir y sin padecer. Podríais, en fin, volver vuestros ojos llenos de esperanza y de amor, de beata serenidad y de dulzura espiritual, hacia la imagen viviente de Aquél que es siempre el Creador eterno del Todo. ¿Por qué renunciar a tanta paz y felicidad? ¿Por qué queréis a toda costa autodestruiros de forma tan terrible, renegando en un instante de vuestra histórica fatiga evolutiva? 
Este mensaje, que hemos dictado con gran amor, aunque con igual preocupación, es una de las invitaciones más sentidas, dada la gravedad de los hechos que os proponéis llevar a cabo, nosotros hemo hecho mucho y continuaremos haciendo todo lo posible para evitar lo peor. Pero en el caso de que vosotros, gobernantes y hombres de ciencia, elijáis lo peor, no nos quedará otra misión que la de llevar fuera del irremediable desastre solamente a aquellos que nos hayan reconocido y comprendido y que hayan amado a su prójimo como nosotros os amamos. Por lo tanto estad despiertos y sed responsables si queréis sobrevivir. No hagáis inútil el celestial perdón que os trajo Jesús-Cristo por gracia del Padre Creador. 
En fé
Eugenio Siragusa
Monte Manfré, ETNA –
30 de abril de 1962 –
Hora 22,15 

TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL DEL ACTA ANTE ESCRIBANO (NOTARIO)
COMUNICADO  DEPOSITADO  ANTE  NOTARIO  EN  VARIOS  PAISES  Y  ENVIADO  A  LOS  JEFES  DE  ESTADO  DE  LAS  SUPERPOTENCIAS  Y  AL  PAPA  JUAN  PABLO  II,    EL  AÑO  1979.
“ No soy un mitómane ni un hombre de ciencia-ficción. No soy un exaltado, ni un mentiroso, ni un ignorante. Soy un “contactado” con el cometido de divulgar cuanto me es concedido por Quien, por lo que sé, posee el poder absoluto en el cielo y en la tierra.
Este cometido que desarrollo desde hace 30 anos, està cargado de renuncias y sufrimientos, de luchas y amarguras. A pesar de todo no he hincado la rodilla, venciendo temores y odios, incomprensiones y sutiles persecuciones.
Este acto que cumplo es quizá el ùltimo y el más “importante” de mi misión, de mi incondizional amor hacia la Humanidad de este Planeta. Tengo el sagrado deber de hacer notar a los Señores, que una fuerza inimaginable y con poderes impensables, vigila constantemente y activamente el desarrollo de la grave situación, creada con la loca carrera de armamentos nucleares y la proliferación, siempre creciente, de este orden de destrucción y de muerte.
La presencia en el Planeta de estos Señores del Espacio, mira principalmente, a impedir una degeneración capaz de aniquilar inexorablemente la vida en este mundo. Es de mi conocimiento, que entra dentro de sus posibilidades, un forzado condicionamiento y una radical “mutación” de la actual situación, con el fin de evitar que se repita una enorme catástrofe que eliminarìa, totalmente, el hálito de vida de este Planeta.
Es también verdad, por cuanto yo conozco, que su misión se limita al especifico cometido de “detener la actual progresiva involuciòn”, ya peligrosa para la estabilidad de los equilibrios cosmofìsicos y cosmodinámicos del Sistema Solar.
Comprendo hasta qué punto es difìcil dar crédito a cuánto, a través de este escrito comunicado    digo y también que sea difìcil interpretar realmente este acto mío de amor. Como hizo a su tiempo el profeta Jonás, no hago más que repetir su historia y esta vez sin desobedecer. Considero haber hecho mi deber y espero, desde lo más profundo de mi corazón, que Vds, cumplan el suyo “.

                                                                                                   Eugenio  Siragusa
SOY UN AMIGO DEL HOMBRE!
No son un adivinador, no son un mago, un astrólogo, un al o un santo. Son un amigo del hombre! Son un simple viandante y llevo agua para los sedientos de verdad. No soy nada más que un simple intérprete del amor que llama el amor.
No soy grande, sino mínimo a los ojos de Dios y los hombres. No os entrego nada mío sino lo que me ha sido dado, lo que se me ha confiado para que podáis comprender, hoy más que nunca, la verdad del tiempo de todos los Tiempos. No os pediré nunca nada a cambio de lo que os doy. Os pido sólo de escuchar, de meditar y de deducir; vosotros siempre  tendréis la libertad de determinar. No impongo ningún creo: ofrezco y discuto en plena libertad, con fraternal compresión y con amor. Mi Maestro no es de este mundo. Soy un amigo del hombre, sí, y os entrego una rosa perfumada que no se marchita nunca, un símbolo, una verdad Eterna.

Eugenio Siragusa